viernes, 13 de julio de 2012

Los Cuentos De Hadas Como Historias De Crecimiento



Autor: Gerardo
Aunque los cuentos de hadas se relacionan directamente con una audiencia infantil, se trata de una literatura más profunda de lo que aparenta. Sus orígenes se pierden en el tiempo ya que originalmente se narraban en forma oral para entretener a quienes realizaban tareas monótonas, como bordar o cocinar.

La gran contribución de gente como los hermanos Grimm y Charles Perrault fue documentar estas historias en forma escrita. Jacob y Wilhelm Grimm estimaban que este paso era necesario para preservarlas de su extinción en las sociedades industriales del siglo XIX. Irónicamente, los libros eliminaron las variaciones orales añadidas por el narrador para adaptar o enriquecer la historia con algún matiz regional o picaresco.

Una vez impresa, resulta improbable modificarla, especialmente cuando la costumbre de leer en grupo desaparece. Por otra parte, el género despertó un gran interés en el público infantil, por lo que muchos detalles violentos y sexuales fueron eliminados o suavizados. Este proceso tuvo lugar en vida de los hermanos Grimm, quienes a lo largo de las impresiones de su Kinder-und Hausmärchen o "Cuentos para la infancia y el hogar" fueron modificando los contenidos de muchas historias.

Por ejemplo, en el original del príncipe sapo, la princesa se acuesta inmediatamente con el recién transformado batracio, mientras que en la siguiente edición ya cuentan con la bendición de rey previa a su unión matrimonial. En el caso de Rapunzel, la bruja se da cuenta de las visitas del príncipe cuando la joven pregunta ingenuamente porqué ya no le entra la ropa como antes. Caperucita roja de Perrault es devorada por el lobo junto con su abuela para dar paso a una moraleja sobre los peligros de relacionarse con desconocidos y las hermanastras de Cenicienta se mutilan el dedo gordo y el talón del pié respectivamente, para calzar la zapatilla de cristal. Con el paso del tiempo, este proceso de censura se ha acentuado aún más, principalmente con la incursión del cuento en el cine. La Sirenita de Disney no se convierte en espuma cuando el príncipe se casa con otra, el grillo parlante (o Pepe Grillo en la versión fílmica) no sucumbe de un martillazo a manos de Pinocho. El príncipe de Blancanieves no intenta comprar el sarcófago de cristal con todo y su contenido a los enanos, ni el de la bella durmiente se acuesta con ella mientras está dormida, para luego regresar a su castillo olvidándose de su necrófila aventura.


Aunque algunas modificaciones a las historias originales parecen apropiadas, hay otras que inadvertidamente estropean parte del significado implícito. Muchos cuentos de hadas representan una transición de la niñez a la edad adulta. De allí que sus protagonistas sean niños que deberán pasar duras pruebas para alcanzar el final feliz, habitualmente representado por la unión matrimonial.

Es decir, las arduas tareas e injusticias sufridas a manos de terceros no es más que el proceso de maduración por el que todos hemos pasado con respectivos desengaños y frustraciones, pero que al final nos conducirán a un estado de madurez en el que podremos afrontarlos con mejores herramientas. En ese sentido, algunas modificaciones fílmicas, como Blancanieves de Disney, ignoran estos significados y sacrifican su valor simbólico acaso por mera ignorancia. Por ejemplo, los enanos representan seres que están en un estado intermedio entre la infancia y la adultez. Son trabajadores y ordenados como los adultos, pero sencillos y pequeños como los niños. En ninguna de las versiones existentes, ya sean impresas o cinematográficas, representan una amenaza a la integridad de Blancanieves, aún cuando se trate de siete desconocidos viviendo con una adolescente en una cabaña a mitad del bosque. Sin embargo, en la versión de Disney tienen personalidades bien definidas y son más bien desordenados, acaso para justificar mejor el acuerdo de intercambiar casa y comida por asistencia doméstica. Esto podría carecer de importancia, pero le otorga un énfasis protagónico a los enanos que no tienen en su versión original. Allí, constituyen una ayuda en el proceso de desarrollo y aún así, no pueden impedir que Blancanieves tome sus propias decisiones ni que comenta errores potencialmente fatales.

 Los primeros intentos de la bruja para eliminar a su rival son otro ejemplo de omisión importante en Disney. Primero, se acerca a la casa de los enanos disfrazada de vendedora de lazos de seda. Un aditamento que ha quedado totalmente obsoleto, pero que en su momento servía para ajustar el corsé. La bruja lo ata con tal fuerza que Blancanieves no puede respirar y cae desvanecida. Afortunadamente, los enanos regresan a tiempo para cortar la cinta y reanimarla.

Luego, Blancanieves es seducida por un peine envenenado que la bruja, nuevamente disfrazada, coloca en su cabeza produciendo un efecto similar al de las cintas. La elección de estos objetos se relaciona claramente con el deseo de Blancanieves por sentirse atractiva, una preocupación perfectamente natural en una adolescente de cualquier época. Finalmente, la manzana envenenada tiene un lado rojo y otro más claro. La bruja, ante la suspicacia de Blancanieves, se ofrece a partir la manzana en dos. Ella comerá el lado blanco del fruto, mientras que la joven podrá disfrutar del lado rojo. Es decir, simbólicamente se ofrece una igualdad entre madre (o madrastra) e hija donde ambas comparten el mismo fruto sin mencionar las implicaciones simbólicas del color en la porción de Blancanieves. Aquí vale notar que la rivalidad entre madre e hija es abordado claramente en el cuento. De hecho, Blancanieves no sufre maltrato alguno a manos de su madrastra durante el periodo de su infancia. Los problemas inician cuando la belleza de ambas mujeres comienza a rivalizar.

Los enanos se resignan a darla por muerta, pero al notar que no existe descomposición en el cuerpo, la colocan en un sarcófago de cristal para preservarla así en lo alto de una montaña. El largo periodo de tiempo que pasa antes de ser hallada por el príncipe alude a la madurez requerida para entablar una relación igualitaria entre adultos (en este caso, con el príncipe).

Acaso el único detalle mejorado en las versiones modernas es el beso con el que el príncipe despierta a Blancanieves. En la versión original, sus asistentes cargan con el ataúd en hombros y al tropezar con un arbusto la pobre mujer va a dar al suelo con todo y sarcófago. El golpe permite desalojar el pedazo de manzana que tenía atorado y recuperar así la conciencia.

Al final, la madrastra es obligada a portar zapatos de hierro candente y "bailar" hasta morir.

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Sobre el Autor
Gerardo es el fundador de Litteratum.com, un espacio abierto para los libros y sus lectores.

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